El aumento de la esperanza de vida, del sedentarismo y de los hábitos de vida poco saludables tiene como consecuencia un aumento de enfermedades cardiovasculares, diabetes, Alzheimer, hipertensión, obesidad y enfermedades degenerativas.
Una de las principales consecuencias de dichas enfermedades en el organismo es la inflamación crónica debido a alteraciones del sistema inmunitario
Numerosos estudios confirman los beneficios para la salud que aporta la actividad física y cambios en los hábitos de conducta hacia una vida más activa que permiten mejorar dichas patologías.
Todo esto hace pensar que dichas alteraciones del sistema inmune puedan ser corregidas mediante el ejercicio.
La contracción muscular derivada del trabajo físico estimula la producción de citocinas antiinflamatorias
Por lo tanto el efecto antiinflamatorio derivado del ejercicio puede ser un posible tratamiento de enfermedades provocadas por inflamaciones crónicas de bajo grado como son la diabetes tipo II, las enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias crónicas y cáncer.
Desde que empezó a conocerse el sistema inmune se pudo demostrar de infecciones respiratorias en personas en relación con el estado funcional de su sistema inmune.
Desde los trabajos realizados hace varias décadas sabemos que las personas que realizan ejercicio moderado y continuo, presentan menor número de infecciones, debido a que su sistema inmune se encuentra fortalecido.
Otro ejemplo que evidencia la importancia de la actividad física apoyando al sistema inmune frente a las infecciones es el hecho ampliamente demostrado de que el grado de protección de las personas cundo son vacunadas es más eficiente en individuos que realizan ejercicio en comparación con las personas de hábitos sedentarios.
El ejercicio ejerce un fuerte impacto sobre el metabolismo afectando significativamente al catabolismo de las grasas para obtener la energía tan necesaria para los músculos en movimiento.
Esto hace que por ejemplo desciendan los niveles de grasa en el cuerpo y mejoren las condiciones de trabajo del sistema inmune, al igual que ocurre con el corazón y otros órganos.
Esta acción frente a la obesidad evita los efectos pro-inflamatorios que hubiesen sido producidos y ahora desaparecidos como consecuencia de la actividad física.
El ejercicio cuando es de tipo moderado, no extenuante, tiene un claro efecto facilitador de la producción de enzimas colaboradoras en los procesos antioxidantes intracelulares del organismo y muy especialmente en las células inmunitarias
Las hormonas igual que regulan el crecimiento o la reproducción actúan también modulando las acciones del sistema inmunológico ya que los órganos más importantes del sistema inmune como el timo, bazo, ganglios linfáticos e incluso las células inmunocompetentes poseen receptores para muchas hormonas.
Como la actividad física va asociada a cambios endocrinos importantes y algunos de ellos afectan al sistema inmune.
Este es al caso de los efectos beneficiosos del ejercicio sobre el sistema inmune debido a la adrenalina y hormona de crecimiento (HG). Los niveles de estas hormonas aumentan como consecuencia del ejercicio y de acuerdo con lo que hoy sabemos tienen efectos beneficiosos sobre el sistema inmune.
Además la actividad física moderada induce la producción de pequeñas cantidades de cortisol que bloquea la inflamación sin poner en peligro la capacidad defensiva del sistema inmune, al no afectar por ejemplo a la fagocitosis y otras funciones esenciales del mismo.
De esta manera el cortisol liberado puede intervenir disminuyendo el riesgo de sufrir enfermedades de base inflamatoria como infartos, artrosis, alzhéimer, párkinson, ciertos tumores, diabetes, etc.
Hoy se sabe que el sistema nervioso central influenciado por el ejercicio desempeña un papel importante en la regulación del sistema inmune bien de manera directa o bien a través de intermediarios hormonales.
Sabemos cómo durante y después de realizar ejercicio físico, o incluso tras una sesión de masajes o cuando escuchamos música que nos agrada, el cerebro produce endorfinas, sustancias naturales con poder analgésico y en muchos casos responsables de sensaciones de alivio, calma y bienestar y que influyen en el sistema inmune, especialmente en aquellas personas bajo estrés.
Efectivamente, el ejercicio moderado modifica el perfil hormonal existente en las personas con estrés facilitando la función del sistema inmune al bloquear el “freno” hormonal neuro-endocrino derivado del estrés.
Esto quiere decir que el ejercicio induce un descenso de los niveles de cortisol que elevados por el estrés estaban bloqueando al sistema inmune.
En conclusión Las endorfinas, también conocidas como hormonas de la felicidad o de la alegría son producidas como consecuencia del ejercicio y ayudan a disminuir el estrés crónico, al neutralizar los inductores de estrés a nivel cerebral y del hipotálamo con lo cual se bloquea la secreción de cortisol y adrenalina.
Lo fascinante de esta conexión entre sistema inmune, sistema endocrino y sistema nervioso es el hecho de un mismo estímulo pueda tener efectos sobre estas tres ramas interdependientes que se lleva a cabo a través de un engranaje que parece funcionar a la perfección.
Un aspecto importante es el efecto del ejercicio aumentando el volumen de los capilares y la frecuencia cardíaca bombeando más sangre a todo el cuerpo con lo que propicia la expansión por todo el organismo a través de la sangre y linfa de las células inmunocompetentes.
Además esto hace que salgan muchas células inmunes de ganglios despegándose de las paredes vasculares (endotelios) donde se encuentran adheridas en situación de reposo.
Esta nueva dinámica sanguínea y linfática hace que durante la realización de ejercicio moderado se produce un considerable aumento de la concentración en sangre de células inmunocompetentes.
Todo esto hace que se potencie la acción inmu-vigilante de las células del sistema inmune, al aumentar su movilidad . Este fenómeno ha sido ampliamente demostrado por muchos investigadores de la ciencia del deporte.
El ejercicio de mediana intensidad, practicado de manera regular fortalece al sistema inmune por partida doble. Por un lado actúa directamente sobre las células inmunocompetentes a través de intermediarios químicos (hormonas, citocinas, etc.) y también facilitando que la circulación sanguínea lleve estas por todo el organismo.
Por otro lado, el sistema inmune se beneficia de las mejores condiciones de salud creadas como consecuencia de la actividad física realizada (disminución del grado de estrés psicológicos, control de la obesidad, etc.) al igual que lo hace el corazón y otros órganos.
Este fortalecimiento del sistema inmune nos protege frente a infecciones, tumores, evitando muchas enfermedades crónicas y retrasando el envejecimiento en los mayores.
En las personas mayores al ser más vulnerables a infecciones, su beneficio es evidente protegiéndolos de dichos males, sobre todo cuando son de tipo viral.
Si te ha gustado esta información, conoce más de los otros pilares:
Recuerda siempre… Tú eres el cambio que quieres ver en el mundo.